Época: Barroco9
Inicio: Año 1600
Fin: Año 1700

Antecedente:
Flandes bajo el signo de Rubens

(C) Antonio Martínez Ripoll



Comentario

La depresión económica que dominó a Europa e incidió con fuerza, desde 1585, en los dominios españoles, se frenó durante el reinado de los archiduques Alberto e Isabel y pareció remitir desde la Tregua de los Doce Años. El respiro aportado por la paz se reflejó en el aumento demográfico, el movimiento de los precios y el bienestar general, que recuperó su antigua prosperidad y, aproximadamente hasta 1635-40, pudo conservar su impulso. Amberes, que desde el asedio y saqueo de 1585 fue abandonada por buena parte de su población por seguridad y motivos religiosos, y cuyos comerciantes vieron peligrar sus negocios tras el bloqueo holandés de las bocas del río Escalda, se repobló con oleadas de inmigrantes rurales, logró por el pago de licencias de paso que los neerlandeses toleraran su comercio y se mantuvo como centro bancario de primer orden gracias a los juros de la Hacienda española para el pago de las tropas. En ella y en otras ciudades flamencas, sorteando a menudo la reglamentación corporativa y beneficiándose de la protección regia, se instalaron industrias papeleras y jaboneras, prosperaron los talleres de cuero y relojería, se reavivaron los obradores de tapices y se impulsaron las tipografías. Paralelamente al mantenimiento de una agricultura avanzada, se desarrolló la industria del lino y se aumentó la producción y el comercio en Oudenarde y Courtrai, abriéndose nuevas manufacturas textiles en Brujas y Gante. En los territorios valones se explotaron sus ricas minas, creándose fundiciones y forjas en Namur, Hainaut y Luxemburgo, cuyos más audaces empresarios se enriquecieron, compraron tierras y acabaron ennobleciéndose.Frente a los núcleos industriales y mercantiles, liderados por la ciudad de Amberes, centro comercial y financiero de los Países Bajos españoles, donde se asentaba la gran burguesía urbana, la ciudad de Bruselas, capital política y sede de la corte, recuperó su prosperidad económica y desplegó una fastuosidad digna de las mayores residencias regias del momento, sin descuidar la reactivación, bajo el impulso y protección reales, de sus tapicerías y afamados talleres de bordados. Gracias a esta relativa recuperación económica, mientras que Amberes desarrolló una comitencia artística basada en el patriciado burgués, Bruselas monopolizó el mecenazgo real y cortesano.Con todo, hacia 1640-50, la penuria y el marasmo económicos se hicieron notar por doquier y de modo imparable con una fuerte caída de los precios, a los que se añadieron el hambre y los disturbios sociales provocados por una prolongada crisis de subsistencia entre 1647-51. Poco a poco, el país se fue sumiendo en una fase coyuntural de intensa contracción económica, que acabó por estancar su comercio y arruinar sus finanzas. En 1648, el hundimiento tomó carta de naturaleza con la firma de los tratados de Paz de Westfalia, consumando la transferencia de Amberes a Amsterdam del control bancario mundial. A esas sostenidas dificultades, y a la inseguridad causada por las guerras de conquista iniciadas por Francia, se acumularon epidemias de disentería (1676), brutales carestías de alimentos -al hundirse la producción de trigo-, y mortandades elevadas (1634-37),que cierran el siglo (1692-94 y 1697-99) e inician la centuria siguiente (1708-10). Por entonces, a la par que se hundía la economía, que los factores políticos se quebraban y que los ideales espirituales se debilitaban, los artistas -faltos del magnetismo de Rubens- iban rozando cada vez más la mediocridad con su rubenismo deshinchado y los antes desprendidos comitentes y cultísimos mecenas, carentes de incentivos, ya no fueron más ni tan ricos ni tan generosos.